Eva Leal Gil,
Periodista e ideóloga social. Directora de Madurez Activa
Este artículo resume el capítulo del mismo nombre publicado en el “Libro de Actas de las XV Jornadas sobre Asociacionismo en los Programas Universitarios de Mayores” editado por la Universidad de Alcalá de Henares. Eva Leal Gil (Coord.), 2017.
CLAVES DEL ARTÍCULO
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Desde que comenzaran en España los Programas Universitarios para Personas Mayores, hace 20 años, el 80% de su alumnado ha sido femenino. Sin embargo, cuando se constituyen las Asociaciones Universitarias de Alumnos Mayores vinculadas a estos Programas, ha sido muy escasa la presencia de la mujer en sus Juntas Directivas, más bien testimonial. La situación ha cambiado sorpresivamente desde hace un lustro, cuando las nuevas generaciones de personas mayores han sumado mujeres que llegan ya integradas en todos los ámbitos de la sociedad – laboral, económico, educativo, de ocio, o político- y por tanto más preparadas, participativas y con capacidad en la toma de decisiones.
La incorporación de las mujeres a los órganos de decisión de las asociaciones está marcando tendencia, en cuanto al papel relevante de la mujer en entidades mixtas, y no exclusivamente en asociaciones de mujeres, y respecto a que están diferenciando sustancialmente la forma de trabajar, tanto en sus actividades como en la gestión de la entidad, en una labor competitiva pero sin competencia. En este sentido, hay que añadir el aumento progresivo del número de estas asociaciones –más de un centenar en España- desde que las mujeres también se encargan de los trámites de creación de dichas entidades.
Mujer mayor universitaria directiva
Estas incorporaciones, cada vez más en aumento, están arrojando efectos positivos a corto, medio y largo plazo, porque la mujer utiliza un modo diferente de enfrentarse al liderazgo. Sin embargo, lejos de ser incompatibles en la manera de hacer frente a la sociedad, llegan a compenetrarse a la perfección cuando existe respeto y ganas de progresar. El trabajo en equipo de los órganos de decisión puede determinar que las mujeres dirijan tareas en las que se sabe que van a obtener mejores resultados o de forma más eficiente; de esta manera el ejercicio de puestos ejecutivos se establece por la capacidad y la actitud de los miembros de la Junta Directiva con criterios de igualdad, y no en un reparto de tareas que obedezca a estereotipos sexistas acerca del papel del hombre y la mujer, ya desfasados, y que responden a épocas pasadas.
De este modo, las mujeres directivas de asociaciones quieren huir de las ideas preconcebidas y cuando acceden a las decisiones de sus propias asociaciones, el liderazgo femenino se define como la búsqueda de estrategias evolutivas para desarrollar un trabajo que mejore las condiciones actuales en beneficio de todos.
El concepto de “feminización de la vejez” se ha acuñado recientemente para sumar a la esperanza de vida, la evolución que ha experimentado la mujer en el envejecimiento. Son esas mujeres mayores, más proclives al asociacionismo y al voluntariado, las que han abierto el camino a la igualdad, pero que también aprovechan el impulso del compañerismo y saben colaborar hoy con las que serán futuras generaciones de mayores mañana.
Liderazgo y compañerismo
En este contexto se entiende que su incorporación en las Juntas Directivas de las asociaciones ha introducido intensas modificaciones en varios conceptos: forma de trabajar, organización, actividades, relaciones con el personal, intergeneracionales… partiendo de la base que el rol femenino fomenta la actividad, en cuanto a que nunca han podido luchar por los puestos superiores que ocupaban los hombres, lo que les hace ser más lógicas en el reparto de tareas.
Se suma a esa condición que las nuevas generaciones de mayores son “muy poco mayores” y están desplegando comportamientos muy alejados de lo que entendemos como envejecimiento.
Ellas saben que el compromiso es importante, a lo que se suma el clima actual internacional de fomentar la igualdad en todos los ámbitos de la sociedad; de unir esfuerzos y capacidades tanto laborales como las genéticas de cada sexo; de ser conscientes que estas asociaciones no son un trabajo más, sino una ocupación donde se vive un envejecimiento activo y saludable, en un escenario único que los conduce –hombres y mujeres- a ser gestores del conocimiento, como es la Universidad.
A partir de esa posición y sumando la experiencia, pueden seguir aportando lo que la sociedad –inclusiva, innovadora y reflexiva- necesita en su evolución al futuro.
(Artículo referido en páginas 141 a 152).
Mi agradecimiento al periódico “Entremayores” por la difusión y apoyo.