Por Isabel Cabetas Hernández, Doctora en Psicología, escritora e investigadora del mayor
CLAVES DEL ARTÍCULO
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Quienes a lo largo de su vida han tenido una rica experiencia en las relaciones interpersonales, ya mayores conectan fácilmente, recreando nuevos vínculos afectivos con fluidez.
Las asociaciones y comunidades de mayores, con diversos objetivos, facilitan la interacción y la solución a formas de vida hasta ahora impensables, dando referentes de identidad a la personalidad individual del propio mayor.
La creatividad del mayor se enriquece con su experiencia que le facilita su adaptación psico-biológica al mundo exterior facilitando su integración social.
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INTRODUCCIÓN
Hay cambios bruscos en la sociedad actual sobre la imagen personal que antes se tenía del jubilado, y esto supone a la persona de edad enfrentarse a una discontinuidad cultural traumática. Por ejemplo, el rol biológico de abuelo hoy queda desdibujado en su interacción social, cambiando absolutamente la función, el modelo tradicional de abuelo, que ahora difiere en cada familia y en cada caso. El mayor abuelo se enfrenta a una lucha contra el estereotipo social de abuelo. También en sociedad el rol de: “qué es ser viejo” se tambalea seriamente. La percepción de la propia edad se modifica con nuevas adaptaciones y se ajusta mejor a la realidad al contrastarla con pares, familiares o amigos.
Tener hijos y contactar con ellos con frecuencia produce en el mayor una alta satisfacción. En algunos casos, la dedicación familiar deja de lado la búsqueda de amigos; en otros se acepta la distancia obligada de hijos y nietos y la búsqueda y encuentro de amigos cambia inesperadamente el entorno del mayor.
El ámbito doméstico suele romper el equilibrio anterior y componer uno nuevo y aunque la calidad de las relaciones familiares haya sido buena no resulta fácil restablecer la seguridad que todo hogar busca.
Quienes a lo largo de su vida han tenido una rica experiencia en las relaciones interpersonales, ya mayores conectan fácilmente, recreando nuevos vínculos afectivos con fluidez.
En general la mujer suele estar más orientada que el hombre hacia la familia. Si la relación familiar es difícil pero los amigos -en calidad más que en cantidad- ocupan los intereses personales, la satisfacción del mayor no disminuye y su bienestar psíquico se mantiene.
Si reflexionamos en nuestra relación con los demás y queremos que sea óptima tendremos que respetarnos y amarnos al tratarnos interiormente y solo así proyectaremos esa conducta al tratar a los demás, pues, como aconseja el Evangelio cristiano sabiamente: “amaremos al prójimo como a nosotros mismos”, de la misma forma, difícilmente con igual intensidad (esto no lo dice el Evangelio) y lo haremos de forma inconsciente y auténtica.
El día puede dársenos bien o mal. Si nuestra reacción interior es: “me ha salido bien, he hecho lo que he podido”; o “me ha ido mal, pero he puesto todo de mi parte y he aprendido”. Si esta es nuestra reacción con nosotros mismos, inconscientemente haremos igual con nuestro ser cercano, y le acogeremos.
Pero si reaccionamos pensando: “me ha salido bien por casualidad, no lo merezco”; o “me ha ido mal, como siempre; la vida sólo da disgustos”. Esta reacción también la proyectaremos, juzgaremos mal al otro y haremos enemigos más que amigos.
El mayor puede precisar un cambio interior para relacionarse bien, iniciando el buen trato con uno mismo; si para advertirlo necesita ayuda para conocerse mejor, la psicoterapia le beneficiará, viva solo o acompañado (Cabetas, I.2011. Cap. V).
1. FAMILIA Y JUBILACIÓN
La pérdida de trabajo, sobre todo a los hombres, suponía hasta ahora pérdida de vínculo social y de amistades, espejo en el que el mayor veía reflejada con frecuencia su muerte social. Cada vez más, sobre todo en profesiones libres, quien desea continuar trabajando puede hacerlo. En límites inferiores de edad del mayor (antes de los setenta y cinco) suele hacerse, y no por mejorar la economía personal; es propio de personas con buen nivel profesional durante su vida laboral. Sí hay mucha pérdida económica y deterioro de nivel de vida en personas de menor formación cultural o inquietud intelectual (Muchinik de, E. G. 1984).
La sociedad da imagen falsa de las relaciones familiares actuales, idealizándola y no mostrando nada más que de forma patológica aspectos negativos. Los abuelos son así protagonistas de relaciones difíciles y peculiares con hijos y nietos, viviéndolo con sentimiento de culpa o persecución.
La relación familiar también tiene diferentes grados. La voluntaria con la familia más directa (cónyuge, hijos, hermanos) es motivo de satisfacción vital.
Es frecuente que el mayor se lamente de la poca receptividad de sus hijos y de la dificultad de ver a sus nietos con la frecuencia que existía en tiempos de sus mayores: se rigen por el perfil de la familia y del abuelo que existía hace años y ven negativos los tiempos actuales, “que tanto han cambiado”. Pero es este cambio social el que tiene que asumir el mayor y entender que su interacción, cuando así ocurre, ha de dirigirse también fuera de la familia, y que las relaciones familiares son muy dispares, inesperadas y diferentes a las de años anteriores.
Hay vulnerabilidad del mayor a separarse de sus hijos cuando éstos forman su nueva familia ys e reactiva la sensación de abandono que tuvieron ellos cuando hicieron lo mismo al separarse de sus padres. Estos sentimientos hostiles y/o depresivos, si no se reconocen e intercambian, pueden dañar la relación familiar e inter-generacional, y la relación del mayor con terceros, sobre los que proyecta y a los que desplaza la incomprensión en el hogar. Una psicoterapia puede ser útil en casos extremos. Nunca es tarde en la vida para mejorar la comunicación con los seres queridos.
No todo es negativo ni insoluble. Hay mayores que con los años incorporan rápidamente los cambios. Cuando este adulto de edad avanzada es abuelo y evoluciona con elasticidad psíquica su ánimo puede mejorar profundamente.
El mayor al ser abuelo/a si ha pasado recientemente un duelo profundo y goza de buena relación familiar observará con asombro que la atención de sus afectos gira 180 grados, pasando de enfrentarse a la muerte a observar con ilusión la vida al reconocerse en sus nietos, que también sorprenden por el cariño cómplice con que buscan a los abuelos.
Hoy es frecuente que los hijos, con sus nuevas familias o de forma individual, cambien de país o lugar de residencia por razones personales de vida. Esto, como toda crisis, puede ser sufrimiento para el mayor, pero también oportunidad para sentirse deseado y reclamado, y viajar, trasladarse para contactar con los suyos y recibirles cuando se acercan de nuevo a su país, volviendo a tener sentido la casa familiar y recibiendo vitalidad y movilidad social.
2. VIVIENDA
Optar el mayor por vivir solo no necesariamente es porque la vida le niegue posibilidades más gratas de convivencia; bien puede ser porque se elige y desea voluntariamente hacerlo, sin por ello ser un solitario o renegar del bienestar de la compañía social. Como ya señalamos no es lo mismo vivir sólo que aislarse. Es posible que al optar vivir solo renuncie a refugiarse cobardemente en un falso apoyo doméstico o evite ser una carga para la familia y encuentre así un nuevo sentido de vida beneficioso.
En Europa son cada vez más las personas que viven solas; después de experimentar angustia y decepción en la convivencia, y con capacidad económica para hacerlo la búsqueda de libertad y tranquilidad puede llevar a esta decisión.
A cualquier edad convivir requiere tolerancia, capacidad de adaptarse, escuchar y comprender, amoldarse, perdonar, comunicar y fluir en continuo aprendizaje.
El mercado inmobiliario español está ofreciendo viviendas para una o dos personas, a veces con servicios de asistencia médica y social permanente para personas mayores de cincuenta y cinco o sesenta años. Son viviendas a menudo de alto standing en la periferia de las grandes ciudades. Los usuarios, con buen parking y buena comunicación de transporte público, llevan una vida activa y durante el día se trasladan a la ciudad. Responden al rechazo social del mayor con su poder de autonomía y capacidad económica.
Sin recurrir a urbanizaciones diseñadas para viviendas sólo de mayores la persona de edad puede también elegir una vivienda práctica para una o dos personas, más acogedora al ser más pequeña, pero en medio de una ciudad o en un barrio que le resulte cómodo, rodeada de toda una variedad de usuarios de diferente edad y estado civil, como es la sociedad generalmente. Admitir las diferentes formas de vida a su alrededor es también una alternativa interesante para vivir sin sentimiento de exclusión o desarraigo.
Entre los sesenta y los ochenta y cinco años en España hay muchos casos de divorcio generados por la insatisfacción sexual y la incomprensión de la pareja arrastrada durante años. Durante 2008 se separaron cerca de trece mil españoles cercanos a los setenta años (Prades, J. 2010). Todavía hay mucha represión sexual acumulada desde la infancia en mujeres mayores españolas, educadas para aguantar y sin preparación para sobrevivir por ellas mismas.
El divorcio de la mujer española mayor no suele ser para renovar su vida sexual con otra pareja sino para librarse de un marido mezquino o, peor aún, maltratador. Cuando se libera puede más el bienestar de eliminar tensiones e imposiciones y disfrutar de sus hijos y nietos que buscar una relación amorosa en la que no tiene ninguna esperanza.
Con esta experiencia traumática a la espalda, si se acercan a bailes o encuentros de ambos sexos, las mujeres suelen aceptar a lo más la ternura o las caricias, e incluso llegan a equipararse en sus demostraciones de afecto con los niños, pero no desean el goce amoroso o la sensualidad. Este prejuicio social lleva a la dependencia e impide autoafirmarse.
Va cambiando la mentalidad de considerar un acierto personal vivir en pareja: no siempre. En 50 años se ha triplicado en España el número de mayores viviendo solos; también los jóvenes lo hacen solos o acompañados aunque no necesariamente en pareja amorosa.
El 80% de los mayores en España son mujeres y no tienen alta capacidad económica, los hijos se han alejado y perciben un evidente rechazo social. Pero la solución no está en culpar a los hijos porque sigan su propio destino. Aun viviendo solos, la capacidad de apoyarse en los iguales como grupo social es una gran alternativa del mayor para romper este aislamiento y a veces la vida en pareja lo hace más difícil o menos personal.
3. GRUPO IDENTITARIO DE MAYORES
Como en el parvulario o en el Instituto entre adolescentes los mayores reunidos entre iguale Paradógico resulta que sea el propio mayor quien más prejuicio tenga a “reunirse con viejos”. Ello hace muy difícil constituir grupos de mayores. Como nuevo grupo social del S. XXI los mayores constituyen un colectivo muy evolucionado. Pueden gozar de mayor individualismo y búsqueda hedónica de bienestar, con mayor tolerancia social a diferentes estilos de vida. En la actualidad y debido a los avances sanitarios pueden mantener buenas relaciones interpersonales, especialmente los no dependientes ni institucionalizados en residencia geriátrica.
Conocidos y familiares son los dos pivotes que facilitan y motivan la relación diaria de cualquier persona con salud psíquica. Estos conocidos pueden serlo por contactos ineludibles del trasiego diario, compañeros de actividad o intercambios voluntarios de ocio o tiempo libre, con mayor o menor intimidad. Facilitan al mayor, devolviéndole su imagen de forma especular, re-elaborar el concepto que tiene de sí mismo en relación con el que percibe que tienen de él los demás.
La Neurología ha descubierto las neuronas espejo, elemento fundamental del contacto empático, cuyas conexiones sinápticas cerebrales pueden modificarse gracias a la plasticidad cerebral (FDZ. Soriano, J. 2010). Contar con esta base biológica y su posible modificación terapéutica a cualquier edad, en un sujeto en que su básica salud cerebral asegure un nivel sanguíneo de corticoides aceptable, da esperanza al ser humano, y al mayor desde luego, de poder conseguir un bienestar psíquico en su etapa longeva, dada su posible buena regulación de afectos y emociones.
En la conveniente interacción social del mayor importa más la calidad que el grado de parentesco o la cantidad de allegados. Los amigos pueden incidir en su bienestar no menos que los hijos. Los casados tienden a elevar los puntajes de satisfacción social pero casados o no el contacto y la ternura siempre serán motivo de bienestar y acogida. La carencia de sensualidad, roce o caricias puede fomentar el sentimiento de vulnerabilidad y soledad.
Al tiempo que la sociedad de hoy permite la cultura a cualquier edad, promoviendo la libertad del individuo, el mayor como grupo social es algo nuevo en la historia y permite el discurso colectivo.
Las asociaciones y comunidades de mayores, con diversos objetivos, facilitan la interacción y la solución a formas de vida hasta ahora impensables, dando referentes de identidad a la personalidad individual del propio mayor.
El rechazo social al mayor que aún perdura como prejuicio puede aliviarse buscando cada uno, ante crisis como la pérdida del rol familiar, formas grupales para llenar un tiempo libre con estímulo. En grupo el mayor podrá considerar y compartir impresiones sobre las nuevas familias que van surgiendo, plantearse una relación más libre entre sus congéneres y conocer los cambios de contacto posibles hoy entre generaciones diferentes.
Las agrupaciones de pares (de igual edad) ayudan desde lo público a que el individuo descubra al otro, a quién necesita para su seguridad, estabilidad y afirmación emocional. Pues como ser social necesita sentirse integrado, romper prejuicios etarios y cuestionar sus pautas, exponiendo en grupo y trabajando su agresividad y ternura, gustos e ilusiones.
En interacción de iguales se reafirma y reactualiza la imagen de uno mismo, la propia identidad. Se re-cuestiona “quién soy yo”, el sistema propio de valores y la personal estabilidad y consistencia. Menos ansiosos y más felices, el aceptarse a sí mismo desde la inter-acción con los demás mejora la autoestima personal.
En algunos lugares hay voluntariados de personas mayores para ayudar a mayores de forma activa y no corriente, que se añade a la tradicional ayuda del joven al mayor; pueden experimentarse roles inusuales: impartiendo clases, por ejemplo. También hay voluntariados de mayores que dedican media jornada atendiendo a menores y recibiendo una remuneración que les ayuda a sentirse útiles y capaces.
Interactuar con experiencia de años y equilibrio psíquico facilita al mayor comprender la semejanza de los seres humanos y mejora su inserción social. No le aísla, pensando que lo mejor “es de otros tiempos”, y sí le facilita protección económica y salud, física y psíquica, con retroalimentación correctora de actitudes de vida. Viudos o solteros, emparejados o no, pueden determinar individualmente o entre sí encontrar su estar en la comunidad. Los pares se intercambian en grupo pautas de mejora.
Es reciente, y comienza a ser un fenómeno usual, la libertad sexual del mayor con capacidad económica suficiente para rehacer su vida de pareja tras el divorcio o la ruptura de su relación afectiva anterior.
En interacción el mayor puede encontrar hoy un abanico de posibilidades para vivir de forma estimulante y creativa. Sin ella es muy difícil proyectar o soñar. La falta de impulso social produce aburrimiento y soledad.
Los grupos de mayores suponen apoyo mutuo para sus componentes; se amplía el círculo social y propician mejor calidad de vida. Son de utilidad y mejoran la salud mental de individuos y grupos, ayudando a recuperar el sentido de la propia vida.
4. IMPULSAR LA CREATIVIDAD
La creatividad no se limita a personajes fuera de lo común; aunque se nace genio creativo, debido a la posesión de circuitos neuronales programados genéticamente, la creatividad es propia de todos los miembros y edades de la especie humana y exige que las condiciones ambientales y sociales permitan su expresión. En condiciones normales la creatividad y las funciones mentales en general están reforzadas por el uso continuo del cerebro y el interés incesante por el ambiente, ya sea por el mundo orgánico como el inorgánico.
La creatividad es máxima en pleno desarrollo de las actividades cerebrales de cada individuo, disminuye en las siguientes décadas y decae poco a poco en edad senil, pero puede cobrar nuevo auge en este último periodo de la vida (Levy Montalcini, 1999). No tiene edad, se desarrolla si no hay factores que impidan su desenvolvimiento y puede permanecer con los años en quien la posee. Instituciones como las actuales residencias de ancianos no favorecen su desarrollo. La sociedad que no margina al mayor potenciará su des-inhibición.
Desde el siglo XIX se ha constatado a través de diversas investigaciones la presencia de una gran creatividad en edades avanzadas. Esto choca con el gran prejuicio social que promueve a los mayores retirarse y abandonar expectativas. La creatividad, más que basarse en conocimientos, que no se excluyen, es ante todo una actitud filosófica ante la crisis. La crisis del envejecimiento es muy profunda, y responder con creatividad muy beneficioso.
La sociedad entendía hasta hace muy poco que el mayor no necesita aprender, y al aceptar los mayores este axioma, disminuían su improvisación y fomentaban sus rutinas, en deterioro del sistema cognitivo, que decrecía por falta de uso y ejercicio. De hecho el hemisferio cerebral derecho, estimulado con el aprendizaje, se reducía, en gran parte por influencia en el estilo de vida del mayor, que obedecía a este prejuicio social. Hoy se valora y reconoce la importancia del ejercicio mental en los mayores.
Era fácil para los mayores abandonar aprendizajes y reforzar la rutina; el lado izquierdo del cerebro se estimula de esta forma: como un piloto automático, es capaz de reconocer patrones que le son familiares; los jóvenes, por menos vivencias, no pueden utilizar al máximo este recurso, fruto de la experiencia del mayor.
Unidas experiencia y aprendizaje la posibilidad de vivir con goce y eficacia aumentan. Antes se potenciaba el abandono intelectual del mayor; incluso se ha mantenido por la Ciencia hasta hace muy poco que las neuronas no se regeneran; pero se ha rectificado: los descubrimientos en Neuro-plasticidad han evidenciado que la actividad mental moldea el cerebro, que cambia de forma según la actividad que mantengamos y mejora potenciándolo y esto ocurre a cualquier edad. La Universidad de Londres en el año 2000 ha publicado que los taxistas agrandan el hipocampo cerebral donde radica la memoria espacial comparativa, y esto ocurre al ejercitarla mejorando la memoria de calles y rutas.
Experimentos similares se han realizado en Alemania en 2002, observando el crecimiento de la llamada circunvolución cerebral de Heschl, en individuos que fomentaban su proceso musical. También el Instituto de Neurología de Londres en 2004 ha concluido en este sentido al ver cómo el área cerebral del lenguaje se modificaba de forma positiva en los bilingües.
La creatividad del mayor se enriquece con su experiencia que le facilita su adaptación psico-biológica al mundo exterior facilitando su integración social. Sus vínculos sociales de independencia le permiten autonomía en sus decisiones. La propia autoestima la favorece y la depresión la debilita.
El cerebro del mayor si tiene actividad mental y curiosidad, no degenera tan rápidamente y aunque menos rápidamente que el del adulto evoluciona incorporando al aprendizaje del hemisferio izquierdo el reconocimiento de habilidades y sabiduría del derecho. Evidentemente hay tristes excepciones degenerativas, como el Alzheimer, donde se ha visto que el ejercicio mental es inadecuado y el sobreesfuerzo sólo da resultados negativos.
Hasta el final de la vida y en avanzada edad, si se evoluciona de forma positiva el deseo construye la propia evolución facilitando proyectar, arriesgar y descubrir. Los vínculos con la familia y/o amigos expresan riqueza afectiva y la asistencia económica o física no ha de ser dependiente salvo cuando es ineludible.
Fomentan la creatividad la curiosidad, el gusto por la literatura, el cine, el teatro o la ópera, que facilitan las relaciones humanas, al ser una reproducción social de las mismas. Esto aporta consistencia yoica, que no siempre se tiene; saber pedir ayuda psicológica en momentos difíciles es básico y que haya recursos sociales de apoyo también.
La actitud vital y creativa contribuye a la elaboración del pensar, sentir y desear, permitiendo entender y transmitir culturalmente la Historia de forma subjetiva. Aunque no hay pautas objetivas: individualmente se fomenta la creatividad a veces dejando gustos intelectuales, como la literatura, cuando estos gustos encubren un aislamiento o cerrarse a nuevas perspectivas, a aceptar, por ejemplo, abrirse a un deseo más vital y emocional o menos intelectual de nuevas relaciones personales o afectivas. Porque el avance cultural que reprime y no encauza los impulsos es falso avance (Freud, S.[1972],1929/30).
Es especialmente positivo y conveniente buscar ayuda en psicoterapia cuando la salud, el deterioro físico o psíquico amenazan inesperadamente una dependencia progresiva. Sin llegar a situaciones de dificultad extrema y simplemente buscando una buena evolución con los años la salida a la vida es muy personal y variada y cada individuo tiene su propia búsqueda. El grupo terapéutico semanal -42 sesiones anuales de hora y media- es una oportunidad de envejecer de forma creativa, especialmente en personas en edad de transición -65 a 75 años- entre el adulto mayor y el anciano. Los resultados terapéuticos pueden ser muy beneficiosos.
La creatividad es un proceso a lo largo de la vida. A cualquier edad el gusto por vivir lo da el tener proyectos. Si a los treinta años no se vive con sentido de proyección del propio quehacer en algo que transcienda de uno mismo puede vivirse con menos bienestar interior que a los setenta. En cuanto a la capacidad para llevarlos a cabo (memoria, por ejemplo, si se trata de escribir un hecho histórico), esta fluye a cualquier edad y con salud básica de manera natural y espontánea.
El mayor creativo si se jubila, da a su vida nuevos rumbos menos obligados y más placenteros. La creatividad con las condiciones actuales de salud, se regenera mientras siga la vida salvo excepciones lamentables. Al tener más tiempo libre y mejorar su identidad la creatividad del artista o intelectual puede mejorar con los años.
Salvo tristes y posibles excepciones no arredra al mayor creativo si es por ejemplo compositor musical que una afección en los nervios de la mano le obligue a percutir con el instrumento atado con celo a su brazo. Tampoco que sus oídos funcionen peor que hace años. Si hay vitalidad y capacidad de frustración continúa su actividad creadora y no empeora su rendimiento: el cerebro crea estrategias para compensar tanta disminución y acepta límites y descansos obligados.
El deseo de vivir la propia vida desde el tiempo personal no tiene edad. Y decidir vivir siguiendo la propia elección es un deseo de vida y goce aunque a veces debido a prejuicios suponga afrontar un desafío social. La involución del mayor es un buen apoyo para utilizar su memoria lejana y recuperar la intuición de su biografía infantil, a veces demasiado reprimida durante años. Como dice Saint Exupery, autor literario de “El Pequeño Príncipe”: “Todos hemos sido niños, pero pocos lo recuerdan” (Saint Exupery, A. 2013).
Independientemente de deficiencias físicas o intelectuales, el acto creador da cuenta de una persona capaz de expresar su estar y su existencia trascendente. Reducir la vejez al cuidado médico y sobre vivencia dificulta la creatividad. La actual revolución social de los mayores, grupo por primera vez en la Historia, impulsa sus proyectos y sueños.
No puede negarse el descubrimiento y la improvisación productiva a los mayores. Pablo Picasso o Ramón Menéndez Pidal continuaron con su capacidad creativa hasta su muerte, pero mayores sin esa genialidad o fama también lo hacen.
Ante cualquier crisis o transformación es evidente que cabe la actitud positiva de aprender. La neurociencia ha demostrado la existencia de esta capacidad de aprendizaje y renovación neuronal en edad avanzada (FDZ. Soriano, J. 2010). Y un gran aprendizaje ante la crisis del mayor supone reconocer que “cuando se pierde algo también puede ganarse algo”. El mayor hoy puede entender que su proyecto de vida dista de ver en la edad sólo pérdida, dolor y muerte; puede reencontrar deseos y nuevos lugares y sentimientos positivos de autoestima, amor, sexualidad o identidad.
La vejez es para el mayor el tiempo que tiene para realizarse hasta la muerte. Aceptando su propio futuro desde su presente continuo vive con la seguridad de que es su gran oportunidad por ser última y con la certeza y autoconfianza de poder basarse en lo que su pasado tiene aún de aceptable, valioso y positivo: no ha de improvisar tanto sino recordar sus éxitos para repetirlos en aquellos aspectos que aún pueda continuar realizando. Con capacidad de frustración si con los años ha sabido trabajarla también sabe abandonar sus habilidades perdidas y buscar nuevas estrategias.
A cualquier edad puede fomentarse la creatividad que requiere capacidad de juego rudimentario y que refleja una personalidad individual organizada, actuando como tal al postular la propia existencia (Winnicott, D. W. 1971) retando al jugador interior consigo mismo.
Para crear hay que arriesgarse jugando como señala Winnicott, haciendo posible la transformación. Es facilitadora la terapia de grupo cuando no es directiva y procura la expresión libre de experiencias creando un espacio configurado por el quehacer y la presencia afectiva de cada participante, espacio seguro para poder internarse sin sentirse amenazado, aprendiendo a jugar cada vez mejor. Albert Einstein decía que su cerebro había elaborado sus revolucionarias teorías sobre el espacio y el tiempo mediante “un puro juego inventivo”. Pero insistimos: no hace falta ser genio para ser vital.
Importa no marginar al mayor (más importante aún: no marginarse el propio mayor en actitud de víctima) cada día más numeroso en la actual sociedad y valorar sus recursos creativos y su responsabilidad en el mundo cambiante; se han de modificar respecto al mayor los criterios y métodos tradicionales de aprendizaje para favorecer hasta el final de la vida la creatividad humana. Hoy la Neurobiología apoya estas afirmaciones contrarias a la corriente hasta ahora habitual y ampliará estas perspectivas al permitirnos conocer cada vez mejor el funcionamiento mental humano.
La educación por el arte y el ambiente individual y social favorecen la creatividad del mayor. Esta educación no tiene por qué cesar o no comenzar por la edad avanzada si hay inquietud y deseo personal. Se alcanza libertad por la belleza. Hay en España cada vez más ocasiones para acceder al mundo de las artes que sin duda nos mejora.
La rutina es una especie de “narcótico vital” en estos casos, pereza en cuanto a no reflexionar ni ser creativo; se llena uno de cosas rutinarias y se evita ensoñar: “el abuelo sigue tan activo”, se comenta con ignorancia al referirse a un anciano activo pero rutinario; esta pereza por soñar y crear es mortífera; como señala Benno Rosemberg, es un masoquismo mortífero muy distinto de la rutina “guardiana de la vida”.
Aún con dolorosas y recientes pérdidas de seres y situaciones queridas, si el vínculo al que forzosamente se renuncia ha sido fuerte y sano será más fácil su separación y duelo; y los efectos no siempre son nocivos: a veces son creativos. No así cuando el vínculo al que se renuncia ha sido enfermo o excesivo, pues la separación se hace más difícil.
Los proyectos no caducan. No hay edad para dejar de aprender, y es hora de abandonar el cliché social de “aprender de niños, trabajar de adultos y descansar y cultivar el ocio de mayores”. Estudios recientes llevados por Kruse y colaboradores en el Instituto de Gerontología de la Universidad de Heidelberg comparan el trabajo de jóvenes y mayores con formación y función semejante y consideran que los trabajadores mayores constituyen un capital humano de extraordinaria riqueza para Europa (Fdz. Ballesteros, J. et al, 2009).
El gusto por vivir lo da tener proyectos. Esta actitud vital no tiene edad. Cumplir cuarenta sin perspectiva puede ser deprimente y para esa misma persona pueden ser los ochenta un cumpleaños con expectativas. En cuanto a la capacidad para llevarlos a cabo la memoria a los setenta y seis años para escribir hechos históricos, por ejemplo, fluye de manera natural.
Hay muchos mitos y prejuicios negativos que muestran una imagen de la vejez que sólo produce tristeza y rebelión, y llegan a impulsar más rechazo que la muerte.
En la época clásica Bobbio a los 90 años en “De senectute”, defiende que la imaginación y proyectos son propios de los jóvenes y refugiarse en el recuerdo corresponde a los mayores. Científicos actuales rebaten esta afirmación y señalan que no hay edad para vivir haciendo planes para el tiempo que nos queda, sea un día o varios años. La pulsión vital puede acompañarnos siempre, depende de cada personalidad psíquica, y nos permite vivir con el deseo de realizar lo que tenemos pendiente de acometer.
Envejecer con proyectos supone vivir el presente en integración social alimentándolo de un pasado que la memoria recupera con deseo de repetición, revisión y avance. Lo emocional, lo cognitivo y lo sensorial aportan vitalidad al proceso. La formación que el mayor ha procurado a lo largo de su vida constituye una inversión para la vejez de alta rentabilidad; es fundamental para envejecer mejor sin dejar de aprender.
A pesar de tanto prejuicio social el mayor sigue teniendo posibilidad educativa. En búsqueda potencial de ser quiere afrontar su presente-continuo siguiendo su propio destino y proyecto de vida.
Capacidad de trascendencia y sentido del humor son quizás el bagaje esencial para afrontar la vida, nunca fácil, a cualquier edad. La trascendencia permite “sublimar”, como en el lenguaje psicoanalítico expresamos, cuando el ser humano es capaz de transformar su pulsión de muerte en pulsión de vida para alcanzar un fin que no queda en sí mismo y que es socialmente valorado.
El sentido del humor ayuda a que la tragicomedia del vivir pueda apoyarse en momentos difíciles en el aspecto más soportable; uno mismo puede reconocer lo que más duele de la forma más sensata, y a veces sólo recurriendo a la risa logra aceptarlo. Al actuar así reducimos la presión de los hechos cotidianos y somos más capaces de la autocrítica, dando a los problemas una gravedad relativa.
Con jovialidad, riéndonos de nosotros con los otros podemos ver los pequeños problemas no tan graves, e incluso encontrar el lado más divertido de una situación. La realidad y objetividad y tomar distancia de uno mismo permite conformarnos más fácilmente con los límites y llevar mejor las frustraciones.
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(*) Algunas de las reflexiones que aparecen en este apartado han sido extraídas del libro “El derecho de soñar”, de G. Bachelard. Ver bibliografía.
(*) Fotografías de Pablo Pasgar (Cáceres-Río de Janeiro) y Adrián Márquez (Sevilla)
BIBLIOGRAFIA
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Cabetas, I (2011). El futuro es hoy. Madrid. Grupo editorial siglo XXI. Biblioteca Nueva.
Fdz-Ballesteros, R. Díez Nicolás, J. Salas, M (2009). Rentable para Hacienda, bueno para la salud. Periódico El País. 15-8-09.
Fernández Soriano, J. (2010). Lo que el Psicoanálisis puede aportar a las Neurociencias. Revista de Psicoterapia y Psicosomática, 75, 79-92.
Freud, S.[1972],1929/30). El malestar en la cultura. Obras completas . Tomo VIII. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid. España.
Levy Montalcini, R (1999). El as en la manga. Marcelona. Ed. Crítica.
Muchinik de, E. G. (1984). Hacia una nueva imagen de la vejez. Buenos Aires: Ed. Belgrano.
Prades,J. Divorciarse a los 70 años, ¿por qué no? Periódico El País. 21-3-10.
Saint Exupery, A. (2013). El principito. Ed. Salamandra. Barcelona.
Winnicott, D. W. (1971). Realidad y Juego. Ed. Gedisa. Barcelona.
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